Cien años de soledad

Ficha técnica
- Título original: Cien años de soledad
- Autor: Gabriel García Márquez
- Fecha de publicación: 1967, Colombia
SINOPSIS: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.» Con estas palabras empieza una novela ya legendaria en los anales de la literatura universal, una de las aventuras literarias más fascinantes de nuestro siglo. Millones de ejemplares de Cien años de soledad leídos en todas las lenguas y el premio Nobel de Literatura coronando una obra que se había abierto paso «boca a boca» -como gusta decir el escritor- son la más palpable demostración de que la aventura fabulosa de la familia Buendía-Iguarán, con sus milagros, fantasías, obsesiones, tragedias, incestos, adulterios, rebeldías, descubrimientos y condenas, representaba al mismo tiempo el mito y la historia, la tragedia y el amor del mundo entero.
Estaban ligados hasta la muerte por un vínculo más fuerte que el amor: un común remordimiento de conciencia.
La vida es limitada, pero los libros no. Y eso me crea un dilema. He leído libros fantásticos, que definitivamente han dejado una cicatriz por algún lado de mi cabeza, pero... ¿volver a leerlos? ¿Con todos los que hay aún que ni siquiera he abierto? ¿Me dará tiempo a hacerlo? No, está claro. Por eso hay muy, muy pocos libros que me decida a leer por segunda vez. Y sólo uno que lo haga por tercera y no descarte una cuarta: Cien años de soledad.
¿De qué va? Pues poco más hay que decir que no diga la sinopsis, que dice todo y nada. Va de érase una vez la familia Buendía y todos sus descendientes de nombres repetitivos - recomiendo una edición que incluya árbol genealógico para tener siempre una aclaración a mano -. La familia Buendía con sus colas de cerdo en la rabadilla por haber nacido de la unión entre primos. Las obsesiones con las predicciones gitanas y los inventos novedosos. La belleza abstracta y de otro mundo. La descendencia sin límites. Las prostitutas que se convierten en maestras del amor y mejores amigas. Los años del diluvio. La diferencia social y la igualdad humana. La soledad.
En cierta ocasión en que el padre Nicanor llevó al castaño un tablero y una caja de fichas para invitarlo a jugar a las damas, José Acadio Buendía no aceptó, según dijo, porque nunca pudo entender el sentido de una contienda entre dos adversarios que estaban de acuerdo en los principios.
Cien años de soledad es la historia de esta familia, de principio a fin y de cómo fundaron un pequeño pueblo testigo de la prosperidad y la tragedia a partes iguales. Es la historia de cada uno de sus particulares componentes, casi siempre en el caserón familiar, rodeados de otros tantos. Todos juntos, pero tan solos a la vez.
Se sintió tan vieja, tan acabada, tan distante de las mejores horas de su vida, que inclusive añoró las que recordaba como las peores, y sólo entonces descubrió cuánta falta hacían las ráfagas de orégano en el corredor, y el vapor de los rosales al atardecer, y hasta la naturaleza bestial de los advenedizos.
La mayor particularidad de este libro es su narración mágica. Se podría reescribir esta obra de forma tan escueta como aburrida. Porque la vida es así, pero es diferente si se ve con una pizca de polvo de hadas, como García Márquez nos la muestra aquí. Así tiene él el poder de transformar una historia de lo más cotidiana en un relato místico que nos lleva a querer saber el siguiente y que al final convierte la vida mundana en una sucesión de aventuras y desventuras. Una lectura para leer sin prisa, pero sin una mínima pausa. Saboreando lentamente cada una de sus escenas de ambiente tropical, que saben a veces a piña, otras a guayaba, a veces dulces, otras amargas. Pero continúa. Continua si no quieres encontrarte solo en mitad de un torbellino de Aurelianos y José Arcadios, de Amarantas, Rebecas, Úrsulas y Remedios. Y no te rindas porque... ¿quién no se ha perdido por primera vez entre estas páginas?
Lo que me preocupa es que de tanto odiar a los militares, de tanto combatirlos, de tanto pensar en ellos, has terminado por ser igual a ellos. Y no hay un ideal en la vida que merezca tanta abyección.
Supongo que es lo que realmente pretende el autor. Perderse, encontrarse solo frente a una serie de acontecimientos que no se estructuran en torno a algún hecho pero que hablan del alma humana, de los sentimientos con todos sus matices y tonos de grises. Tal vez por eso sea tan difícil decir algo de esta novela, porque no tiene un comienzo, una trama y un final. Tiene un comienzo, una continuación, la de una estirpe y un final.
Las búsqueda de las cosas perdidas está entorpecida por los hábitos rutinarios, y es por eso que cuesta tanto trabajo encontrarlas.
Las dos primeras veces que lo leí - y una tercera fallida, por perderme - lo hice con una de las primeras ediciones que mis padres - de tal palo, tal astilla - tenían por casa. Recuerdo aún el jaleo de nombres que se amontonaba en mi cabeza. El volver páginas y páginas atrás para enterarme de qué José Arcadio estaban hablando y de quién era la hija con los mismos nombres que su tía y su tatarabuela.
Recientemente salió una edición - llamadme consumista - de esas de tapa duras y tela que no se pueden resistir. Ilustrada y con la colaboración de (creo) el hijo del propio autor. ¿Y lo mejor? El árbol genealógico que se incluye y que ayuda a la fluidez de la lectura. De todas formas, cualquier edición es buena para leer esta obra de arte.
Habría de transcurrir algún tiempo antes de que Aureliano se diera cuenta de que tanta arbitrariedad tenían origen en el ejemplo del sabio catalán, para quien la sabiduría no valía la pena si no era posible servirse de ella para inventar una manera nueva de preparar los garbanzos.