Diez negritos

Han pasado décadas desde el primer y último libro que leí de Agatha Christie, Asesinato en el Orient Express, y teniendo un buen recuerdo de esa lectura no sé por qué no me he animado a leer algo más de la autora hasta ahora. Será porque en los últimos años he perdido el interés por los thrillers, pero he descubierto que la novela negra de Christie nada tiene que ver.

Como el título indica, diez son los protagonistas de esta novela, adelanto macabro y sofisticado entre Gran Hermano y Los Juegos del Hambre. El título fue adaptado en Estados Unidos, por razones obvias - eso de nigger en América no es muy bienvenido -, pasando a ser And then there were none. También fue adaptado el título de la canción de cuna que abre la novela y que nos habla de la trágica historia de diez negritos, que pasaron a ser Diez Indianitos en EE.UU., una opción mucho menos racista ¿no? Parece que se dieron cuenta del error y finalmente acabó llamándose Diez Soldaditos. Sea como fuere, el título, tanto de la novela como de la canción, ha permanecido inmutable en Europa.

Total, que la novela abre con esta canción de cuna creada por Agatha Christie que nos da una idea de cómo se va ir desarrollando la novela, ya que estos diez negritos, indianos o soldaditos, van cayendo uno a uno en diferentes circunstancias. La canción es bastante siniestra para ser cantada a los más pequeños, pero tiene mucho de la cultura inglesa: existen mil y una canciones para niños en Reino Unido que parten de un número de patos, calabazas, ranas y otros utensilios o animales que se van reduciendo hasta llegar a cero y Christie hace uso de esta tradición estructural para crear su propia canción.

En el primer capítulo se nos presentarán a ocho de los diez protagonistas de la historia, se nos contará un poco sobre ellos y conoceremos que todos se convierten en comensales de esta fantasmagórica isla situada en Devon, a la cual han sido todos invitados por la misma persona, con diversas escusas. Esta primera parte puede ser un poco más tediosa: conocemos a diez personajes de golpe y rápidamente, por lo que habrá confusión por parte del lector en los primeros capítulos. Si a esto le sumamos que la autora unas veces les menciona por su nombre de pila, otras por su apellido, el lío está asegurado. Aunque para alivio del lector, sólo en las primeras páginas.

A partir de ahí la narración toma velocidad: los invitados llegan en tropel a una moderna mansión, intrigados por verse las caras con sus misteriosos anfitriones: los Owen. Al llegar allí descubren que éstos no llegarán hasta unos días más tarde, pero se han encargado de adoctrinar a su par de criados y acumular provisiones para que los invitados reciban las mejores de las atenciones. Ya en la hora del café, después de la cena, una misteriosa voz les hace ponerse en alerta. Uno a uno los ya residentes de la casa son nombrados para ser culpados de un crimen que cometieron en el pasado. Empiezan las escusas personales, los sentimientos de culpa, la desorientación y las sospechas. La mecha está encendida y el primer negrito no tardará en caer.

A medida que los asesinatos se suceden, el grupo tendrá que organizarse para sobrevivir... sospechando si hay alguien más en la isla o, lo que es peor, que el asesino se encuentre entre ellos. Al mismo tiempo que los propios personajes, el lector empezará a formar sus teorías, partiendo tanto de los hechos que se suceden como de los pensamientos y diarios generados por los protagonistas. La intriga está asegurada y la adicción también, sobre todo cuando todas las hipótesis, formadas tanto por los personajes como por el lector, van cayendo y renaciendo con el paso de cada página.

La culpa y el remordimiento tienen un gran papel en esta novela y se mezclan con otros sentimientos como la frialdad, el amor, la justicia, la negligencia o la imprudencia, respondiendo a las diferentes circunstancias de las muertes que se les adjudica a los protagonistas. Pero en alguno de los personajes el sentimiento de desasosiego es tal que les lleva al borde de la locura.

- Me acuerdo de un texto que había en un marco colgado de mi cuarto de niña - murmuró miss Brent -. "Ten por seguro que tus pecados te remorderán". Es la mayor verdad, nadie escapa a su propia conciencia.

Hasta aquí todo es positivo: el contexto, los personajes, la trama. Pero ¡ay cuando llegamos al final! Por un momento pensé que no habría desenlace, que la autora dejaría al lector acabar la historia con sus propias conjeturas. Para los que como yo, necesitamos un final cerrado, estamos de suerte. Que sea bueno o no ya dependerá de criterios personales. Por mi parte debo decir que este final no va conmigo. Reconozco que derrumbo todas mis teorías, que no lo esperaba. Pero porque no esperaba que, en una novela tan bien desarrollada, en donde los mínimos detalles no se habían pasado por alto, la autora fuera a encajar un final con calzador, de esos que se aceptan porque han sido decisión del escritor, pero que bien podrían haber sido completamente distintos. Sería cuestión de reinventar la historia y hacer que los detalles encajaran de otra manera. Pan comido.

Queda recomendada, pero háganse un favor: cuando lleguen al epílogo traten de darle un final personal a la historia. Recopilen, recapaciten, escríbanlo. Si yo hubiera hecho eso, estoy segura que hubiera quedado mucho más satisfecha.