I am Malala

una sociedad que privilegia a los hijos varones. Yo soy Malala nos hace creer en el poder de la voz de una persona para cambiar el mundo. 

In a country where so many people consider it a waste to send girls to school, it is a teacher who helps you believe in your dreams.

En un país donde hay tanta gente que considera que mandar a las chicas al colegio es una pérdida de tiempo, es un profesor quien te ayuda a creer en tus sueños.

I am Malala es la historia una niña pakistaní, con inquietudes propias de su edad e ideología de mujer madura. Con una prosa sencilla, Malala abre su relato contando lo poco que recuerda el día que fue disparada en la cabeza a sangre fría cuando volvía del colegio. Un hecho que para cualquiera hubiera marcado un antes y un después, pero que para Malala sólo se convirtió en un motivo más para seguir adelante con la lucha que ya traía desde hacía tiempo: la reivindicación del derecho a la educación de las niñas de Pakistán, arrebatados por los Talibanes a través de la violencia y la sumisión.

I raise up my voice not so that I can shout, but so that those without a voice can be heard.

Levanto la voz no para gritar, sino para que aquellos que no tienen voz puedan ser escuchados.

Malala era una niña afortunada: nacida en el seno de una familia modesta, siempre fue alentada a leer, a escribir, a aprender. Su padre era el dueño de la escuela para niñas de su pueblo en el valle del Swat y fue él quien le transmitió la importancia de la educación para cualquier persona. A Malala le encantaba ir al cole, aunque no tanto madrugar por las mañanas. Rivalizaba con alguna de sus compañeras por ser la primera en resultados y a menudo discutía con su mejor amiga por esas pequeñas cosas que parecen tan grandes con trece o catorce años. Se peleaba constantemente con sus hermanos pequeños y pasaba horas arreglándose el pelo delante del espejo. Lo normal.

Pero un día su suerte se vio truncada. Los talibanes llegaron a su bello valle imponiendo su doctrina y leyes, azotando mujeres que andaban por la calle sin la sombra de su marido o que no se cubrían adecuadamente. Las niñas no podían ir al colegio, porque ellos decían que eso no es de buenos musulmanes. Y para evitarlo comenzaron a bombardear y destruir escuelas. Ya se sabe que la educación es un arma poderosa. Tanto Malala como su padre abogaban por continuar por su educación pese a los crímenes y el terror que germinaban a su alrededor. La suya y la de sus compañeras, que poco a poco disminuían en número presas del miedo y el sometimiento. Su blog y los actos públicos y entrevistas en medios de comunicación como la BBC, la pusieron en el punto de mira y las amenazas se hicieron realidad el día en que fue disparada en su autobús escolar, hiriendo a otras dos estudiantes. Por ser quien era. Por luchar por los derechos humanos. Tenía quince años.

On the trip back home, though, I asked myself what I would do if a Talib came to kill me.

Well, I would just take my shoe and hit him.

But then I thought: If you hit a Talib with your shoe, there is no difference between him and you. You must not treat others with cruelty. You must fight them with peace and dialogue.

"Malala," I said to myself, "just tell him what is in your heart. That you want an education. For yourself. For all girls. For his sister, his daughter. For him."

En el camino de regreso a casa me pregunté qué haría si un talibán viniera a matarme.

Bueno, simplemente me quitaría el zapato y le golpearía con él.

Pero entonces pensé: si pegas a un talibán con tu zapato, no hay ninguna diferencia entre tú y él. No debes tratar a los demás con crueldad. Tienes que luchar contra ellos con la paz y el diálogo.

"Malala," me dije a mí misma, "simplemente cuéntale lo que hay en tu corazón. Que quieres una educación. Por ti misma. Por todas las niñas. Por su hermana, por su hija. Por él."

La historia de Malala y su familia está llena de conmoción y humanidad y sorprende de su relato la ausencia de rencor, la aceptación de su intento de asesinato como un pequeño bache más en su guerra pacífica, a la que se enfrentaba con lápiz, papel y palabras. Gracias a su fuerza de voluntad y valentía, Malala escapó milagrosamente de la muerte y recuperó poco a poco aquello que los talibanes la habían robado, entre todo ello su sonrisa. Sin embargo, hay algo que sí cambió en su vida a raíz del suceso sin que ella pudiera evitarlo: el abandono de su país, de sus familiares y amigos, de su escuela, de sus orígenes.

Todavía sueña con regresar al lugar donde nació y, en el camino, sigue trabajando duro: ha recibido numerosos premios y se ha convertido en la persona más joven en recibir el conocido Nobel de la Paz; ha colaborado con la ONU y conocido a importantes políticos y personalidades a los que siempre ha transmitido su lucha y, además, creó Malala Fund, una organización sin ánimo de lucro que trabaja por ofrecer educación a todos los niños y niñas del mundo.

Malala no lo ha tenido fácil pero estaba claro que iba a sobrevivir, porque el mundo no se puede permitir el lujo de perder a personas como ella. Y nosotros no debiéramos de permitirnos el lujo de perdernos su historia.

One child, one teacher, one pen and one book can change the world.

Un niño, un profesor, un bolígrafo y un libro pueden cambiar el mundo.